Explicación, estudio y comentario bíblico de Jeremias 22:10-30 verso por verso
No lloren por un muerto; no se conduelan por él. Lloren amargamente por el que se va, porque jamás regresará ni volverá a ver la tierra donde nació.
Porque así ha dicho el SEÑOR acerca de Salum hijo de Josías, rey de Judá, que sucedió a su padre Josías y que salió de este lugar: “No regresará acá jamás,
sino que en el lugar a donde lo han transportado, allí morirá y no volverá a ver esta tierra.
“Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin derecho, sirviéndose de su prójimo de balde, sin pagarle su salario.
El que dice: ‘Edificaré para mí una casa espaciosa y amplias salas; le haré ventanas, la cubriré con cedro y la pintaré de ocre rojo’.
¿Acaso reinarás porque compites con cedro? ¿Acaso no comió y bebió tu padre, y practicó el derecho y la justicia, y entonces le fue bien?
Él juzgó la causa del afligido y del necesitado; entonces le fue bien. ¿No es esto conocerme?, dice el SEÑOR.
Pero tus ojos y tu corazón no están puestos sino solo en tus ganancias deshonestas, en derramar sangre inocente, y en hacer agravio y extorsión”.
Por tanto, así ha dicho el SEÑOR acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: “No lo lamentarán diciendo: ‘¡Ay, hermano mío!’ y ‘¡Ay, hermana mía!’. Ni lo lamentarán diciendo: ‘¡Ay, señor!’ y ‘¡Ay de su esplendor!’.
Será enterrado con un entierro de asno, arrastrado y echado más allá de las puertas de Jerusalén.
“Sube al Líbano y grita; en Basán haz oír tu voz; grita desde Abarim. Porque todos tus amantes han sido quebrantados.
Te hablé en tu prosperidad, pero dijiste: ‘No escucharé’. Este ha sido tu camino desde tu juventud; que nunca has escuchado mi voz.
El viento apacentará a todos tus pastores, y tus amantes irán en cautiverio. Ciertamente te avergonzarás y serás afrentado a causa de toda tu maldad.
Habitaste en el Líbano; hiciste tu nido en los cedros. ¡Cómo gemirás cuando te vengan los dolores, angustia como la de la mujer que da a luz!
“¡Vivo yo, dice el SEÑOR, que si tú, Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, fueras el anillo de sellar en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría!
Te entregaré en mano de los que buscan tu vida, en mano de aquellos cuya presencia temes, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de los caldeos.
Te arrojaré a ti y a tu madre que te dio a luz, a una tierra extraña donde no nacieron, y allá morirán.
Y a la tierra a la cual anhelan intensamente volver, allá no volverán.
¿Acaso es este hombre Joaquín una obra despreciable y rota? ¿Es acaso una vasija indeseable? ¿Por qué han sido arrojados él y sus descendientes, y echados a una tierra que no conocían?”.
¡Oh tierra, tierra, tierra, escucha la palabra del SEÑOR!
Así ha dicho el SEÑOR: “Inscriban a este hombre como uno privado de descendencia. Será un hombre que no prosperará en los días de su vida. Porque ningún hombre de su descendencia logrará sentarse en el trono de David ni gobernar de nuevo en Judá.