Explicación, estudio y comentario bíblico de Jeremias 37:8-24 verso por verso
Entonces los caldeos volverán a combatir contra esta ciudad; la tomarán y la incendiarán.
Así ha dicho el SEÑOR: No se engañen a ustedes mismos, diciendo: ‘Los caldeos se han ido definitivamente de nosotros’. Porque no se irán.
Pues aun cuando derrotaran a todo el ejército de los caldeos que combaten contra ustedes, y quedaran de ellos solo algunos hombres heridos, cada uno en su tienda, se levantarían y prenderían fuego a esta ciudad”.
Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se fue de Jerusalén a causa del ejército del faraón,
Jeremías salía de Jerusalén para ir a la tierra de Benjamín con el fin de recibir allí su parte en medio del pueblo.
Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un jefe de guardia que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Ananías, el cual tomó preso al profeta Jeremías. Y le dijo: — ¡Tú vas a pasarte a los caldeos!
Pero Jeremías dijo: — ¡Falso! No voy a pasarme a los caldeos. Irías no le hizo caso, sino que prendió a Jeremías y lo llevó a los magistrados.
Los magistrados se enfurecieron contra Jeremías y lo azotaron. Luego lo pusieron en la prisión en casa del escriba Jonatán, porque habían convertido aquella casa en cárcel.
Entró, pues, Jeremías en el calabozo, en las celdas, y allí permaneció por muchos días.
Entonces el rey Sedequías envió a sacarlo de allí, y lo consultó secretamente en su casa, diciendo: — ¿Hay palabra de parte del SEÑOR? Jeremías dijo: — Sí, la hay — y añadió — : Serás entregado en mano del rey de Babilonia.
Dijo también Jeremías al rey Sedequías: — ¿En qué he pecado contra ti, contra tus servidores y contra este pueblo, para que me pongan en la cárcel?
¿Dónde están sus profetas que les profetizaban diciendo: “No vendrá el rey de Babilonia contra ustedes ni contra esta tierra”?
Ahora pues, escucha, mi señor el rey. Llegue mi súplica a tu presencia; no me hagas volver a la casa del escriba Jonatán, no sea que allí me muera.
Entonces el rey Sedequías dio órdenes para que custodiaran a Jeremías en el patio de la guardia, haciendo que se le diera cada día una torta de pan de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotara. Así quedó Jeremías en el patio de la guardia.