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¿Harán callar a los hombres tus jactancias? ¿Harás escarnio sin que haya quien te afrente?
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Tú dices: “Mi doctrina es pura, y yo soy limpio ante tus ojos”.
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Pero, ¡quién diera que Dios hablara y abriera sus labios para contigo!
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Él te revelaría los secretos de la sabiduría, porque la sagacidad es de doble valor. Así conocerías que Dios, en tu favor, ha pasado por alto parte de tu iniquidad.
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