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¿Por qué he de arrancar mi carne con mis propios dientes? ¿O he de exponer mi vida en mi mano?
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He aquí, aunque él me mate en él he de esperar. Ciertamente defenderé ante su presencia mis caminos.
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Esto también me será salvación, porque un impío no iría a su presencia.
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Oigan con atención mi discurso; oigan con sus oídos mi declaración.
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He aquí que yo he expuesto mi causa y sé que seré declarado justo.
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¿Quién es el que ha de contender conmigo? Pues si ahora yo callara, expiraría.
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»Solo dos cosas no hagas conmigo, oh Dios; entonces no me esconderé de tu rostro:
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Aparta de mí tu mano, y no me espante tu terror.
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Llama, entonces, y yo responderé; o yo hablaré y tú me responderás:
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¿Cuántas son mis faltas o mis pecados? Hazme entender mi rebelión y mi pecado.
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¿Por qué escondes tu rostro y me consideras tu enemigo?
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¿Aterras a una hoja que es arrebatada? ¿Has de perseguir a una paja seca?
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Pues escribes contra mí cosas amargas y me haces sufrir por los pecados de mi juventud.
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Pones mis pies en el cepo y vigilas todas mis sendas; imprimes marcas en las plantas de mis pies.
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Así el hombre se gasta como un odre, como un vestido comido por la polilla.