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»¡Cómo quisiera que me escondieras en el Seol, que me encubrieras hasta que se apaciguara tu furor y que fijaras un plazo para acordarte de mí!
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Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi milicia esperaré hasta que llegue mi relevo.
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Entonces llamarás, y yo te responderé. Añorarás la obra de tus manos.
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Porque ahora me cuentas los pasos y no das tregua a mi pecado.
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Mi transgresión tienes sellada en una bolsa y recubres mi iniquidad.
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