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El impío se retuerce de dolor todos los días, y un cierto número de años han sido reservados para el tirano.
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Voces de espanto resuenan en sus oídos, y aun en la paz vendrá su destructor.
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Él no cree que ha de volver de las tinieblas y que está destinado para la espada.
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Va errante en pos del pan diciendo: “¿Dónde estará?”. Sabe que el día de las tinieblas le está listo, a la mano.
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Lo aterran la tristeza y la aflicción; lo abruman como un rey listo para el ataque.
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Porque ha extendido su mano contra Dios, y se ha comportado con soberbia contra el Todopoderoso.
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Porque embiste contra él con cuello erguido, con el doble grosor de su escudo.
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Aunque su cara se cubra de gordura y le crezcan pliegues de grasa en las caderas,
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habitará en ciudades desoladas, en casas donde nadie vive y que están destinadas a ser escombros.
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No se enriquecerá ni le durarán sus bienes; tampoco extenderá su patrimonio sobre la tierra.
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No escapará de las tinieblas. La llama secará sus ramas, y por el soplo de su boca desaparecerá.
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»Que no confíe en la vanidad, engañándose a sí mismo, pues la vanidad será su recompensa.
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Ella se cumplirá antes de su tiempo, y su copa no estará frondosa.
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Como la vid dejará caer sus uvas agraces y arrojará sus flores como el olivo.
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Porque la compañía de los impíos es estéril, y el fuego consumirá las moradas del soborno.
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Conciben afanes y dan a luz iniquidad; sus entrañas preparan el engaño.