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Pero ahora Dios me tiene agobiado. Ha desolado toda mi compañía
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y me ha llenado de arrugas. Mi debilidad responde en mi propia cara; ha venido a ser testigo y se ha levantado contra mí.
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Su furor me ha despedazado pues me aborrece; contra mí hace crujir sus dientes. Mi adversario aguza su mirada contra mí.
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