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Carcome parte de su piel; el primogénito de la muerte devora sus miembros.
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Es arrancado de su morada, objeto de su confianza, y es conducido ante el rey de los espantos.
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El fuego habita en su tienda; el azufre es esparcido sobre su morada.
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Por abajo se secan sus raíces, y por arriba se marchitan sus ramas.
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Su memoria perece en la tierra y no tiene nombre en las calles.
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Lo empujan de la luz a las tinieblas; lo echan fuera del mundo.
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No tendrá prole ni descendiente en su pueblo ni sobreviviente en sus moradas.
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Los que vengan del oeste se horrorizarán de su día, y los que vengan del este serán sobrecogidos por el espanto.
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Tales son las moradas del impío, y tal será el lugar del que no conoce a Dios.
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