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»¡Oh, que mis palabras fuesen escritas! ¡Oh, que fuesen grabadas en un libro!
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¡Que con cincel de hierro y de plomo fuesen cinceladas en la roca para siempre!
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Pero yo sé que mi Redentor vive y que al final se levantará sobre el polvo.
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Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios
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a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. »Mi corazón se consume dentro de mí.
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