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sepan, pues, que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red.
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»He aquí, aunque grito: “¡Violencia!”, no soy oído; doy voces, y no hay justicia.
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Él ha cercado mi camino para que yo no pase; sobre mis senderos ha puesto tinieblas.
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Me ha desvestido de mi gloria y ha quitado la corona de mi cabeza.
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Por todos lados me despedaza, y me marcho; ha arrancado mi esperanza como a un árbol.
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Hace que su furor se inflame contra mí y me considera como a uno de sus adversarios.
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