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sepan, pues, que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red.
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»He aquí, aunque grito: “¡Violencia!”, no soy oído; doy voces, y no hay justicia.
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Él ha cercado mi camino para que yo no pase; sobre mis senderos ha puesto tinieblas.
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Me ha desvestido de mi gloria y ha quitado la corona de mi cabeza.
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Por todos lados me despedaza, y me marcho; ha arrancado mi esperanza como a un árbol.
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Hace que su furor se inflame contra mí y me considera como a uno de sus adversarios.
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A una vienen sus tropas; allanan su camino contra mí y ponen sitio alrededor de mi morada.
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»Hizo que mis hermanos se alejaran de mí; mis amigos se apartaron por completo.
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Mis parientes me han fallado; mis conocidos me han olvidado.
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Los que habitan en mi casa y mis criadas me consideran un extraño; he llegado a ser un extranjero ante sus ojos.
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Llamo a mi siervo, y no responde; con mi propia boca le tengo que rogar.
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Mi aliento ha venido a ser repulsivo a mi mujer, y apesto aun ante mis propios hijos.
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Aun los niños me desprecian; si me levanto hablan contra mí.