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Entonces Satanás salió de la presencia del SEÑOR e hirió a Job con llagas malignas desde la planta de sus pies hasta su coronilla.
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Tomaba un pedazo de tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de las cenizas.
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Entonces su mujer le dijo: — ¿Todavía te aferras a tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!
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Pero él le respondió: — ¡Has hablado como hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios.
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Entonces tres amigos de Job — Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita — se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido y vinieron, cada uno de su lugar. Convinieron juntos en ir a él para expresarle su condolencia y para consolarlo.
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Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no le pudieron reconocer, lloraron alzando la voz. Cada uno rasgó su manto y esparció polvo hacia el cielo sobre su cabeza.
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Luego se sentaron en tierra con él por siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le decía una sola palabra porque veían que el dolor era muy grande.
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