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Sus hijos pedirán favores a los pobres, y sus manos devolverán su riqueza.
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Sus huesos, aún llenos de vigor juvenil, yacerán con él en el polvo.
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»Aunque el mal sea dulce en su boca y lo esconda debajo de su lengua,
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aunque lo guarde y no lo deje ir sino que lo retenga en su paladar,
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con todo su comida se descompondrá en sus entrañas; veneno de áspides habrá dentro de él.
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Devoró riquezas pero las vomitará; Dios las sacará de su vientre.
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Chupará veneno de áspides; lo matará la lengua de la víbora.
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No verá los arroyos, los ríos fluyendo miel y leche.
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Devolverá el fruto de su labor sin haberlo tragado; no gozará de la utilidad de sus negocios.
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Porque oprimió y desamparó a los pobres, y despojó casas que no había edificado.
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»Porque no conoció sosiego en su interior, no se salvará ni con su más preciado tesoro.
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Nada quedó que no comiese; por eso no durará su prosperidad.
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En la plenitud de su opulencia tendrá estrechez; toda la fuerza de la miseria caerá sobre él.
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Cuando se ponga a llenar su estómago Dios enviará sobre él el ardor de su ira; hará llover sobre él el fuego de su furor.
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Huirá de las armas de hierro pero una flecha de bronce lo atravesará.
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Saldrá una flecha por su espalda; y la punta resplandeciente, por su hiel. Los horrores vendrán sobre él.
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»Todas las tinieblas le están reservadas, como si fueran su tesoro. Un fuego no atizado lo devorará, y serán quebrantados los que hayan quedado en su morada.
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Los cielos revelarán su iniquidad, y la tierra se levantará contra él.
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El producto de su casa será llevado por los torrentes en el día de su furor.
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Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, la heredad que por su palabra le ha asignado Dios.