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»¿Acaso sabes esto, que desde la antigüedad, desde que fue puesto el hombre sobre la tierra,
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el júbilo de los malvados es breve y la alegría del impío solo dura un momento?
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Aunque su altivez suba hasta el cielo y su cabeza alcance a las nubes,
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como su propio excremento perecerá para siempre, y los que lo vean dirán: “¿Dónde está él?”.
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Como un sueño se esfumará y no será hallado; se disipará como una visión nocturna.
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El ojo que lo veía no lo verá más ni su lugar lo volverá a contemplar.
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Sus hijos pedirán favores a los pobres, y sus manos devolverán su riqueza.
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Sus huesos, aún llenos de vigor juvenil, yacerán con él en el polvo.
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»Aunque el mal sea dulce en su boca y lo esconda debajo de su lengua,
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aunque lo guarde y no lo deje ir sino que lo retenga en su paladar,
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con todo su comida se descompondrá en sus entrañas; veneno de áspides habrá dentro de él.
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Devoró riquezas pero las vomitará; Dios las sacará de su vientre.
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Chupará veneno de áspides; lo matará la lengua de la víbora.
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No verá los arroyos, los ríos fluyendo miel y leche.
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Devolverá el fruto de su labor sin haberlo tragado; no gozará de la utilidad de sus negocios.