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¡Oh, si yo pudiera saber dónde hallar a Dios! Entonces iría hasta su morada,
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expondría delante de él mi causa y llenaría mi boca de argumentos.
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Yo sabría las palabras que él me respondiera, y entendería lo que me dijera.
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¿Contendería conmigo con la grandeza de su fuerza? No; más bien, él me prestaría atención.
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Allí el justo podría argüir con él, y yo me libraría para siempre de mi Juez.
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»Si voy al oriente él no está allí; y si voy al occidente no lo percibo.
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Cuando él actúa en el norte no lo diviso; se vuelve al sur pero no lo veo.
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Sin embargo, él conoce el camino en que ando; cuando él me haya probado saldré como oro.
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Mis pies han seguido fielmente sus huellas; he guardado su camino y no me he apartado.
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No me he apartado del mandamiento de sus labios; en mi seno he guardado los dichos de su boca.
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