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»¿Por qué no han sido fijados los tiempos de parte del Todopoderoso? ¿Por qué los que le conocen no vislumbran sus días?
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Hay quienes remueven los linderos, roban rebaños y los apacientan.
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Se llevan el asno de los huérfanos y toman en prenda el buey de la viuda.
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A los necesitados desvían del camino. A una se esconden todos los pobres de la tierra.
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He aquí, como asnos monteses en el desierto salen a su trabajo en busca de una presa; el Arabá les da el sustento para sus pequeños.
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Siegan en el campo su forraje y rebuscan en la viña del impío.
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Pasan la noche desnudos, sin ropa, y no tienen cubierta en el frío.
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Se mojan con los aguaceros de los montes, y, a falta de refugio, se abrazan a las rocas.
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Hay quienes arrancan del pecho a los huérfanos y toman en prenda al bebé de los pobres.
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De modo que andan desnudos, sin vestido; y, hambrientos, recolectan gavillas.
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Entre sus muros exprimen el aceite; pisan uvas en lagares pero siguen sedientos.
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Desde la ciudad gimen los moribundos, y clama el alma de los heridos de muerte. Pero Dios no atiende su oración.
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»Ellos están entre aquellos que se rebelan contra la luz, que no reconocen los caminos de Dios ni permanecen en sus sendas.
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De madrugada se levanta el asesino, mata al pobre y necesitado, y de noche actúa como ladrón.
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El ojo del adúltero aguarda el anochecer diciendo: “Nadie me verá” y pone un velo sobre su cara.
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En la oscuridad minan las casas; de día se encierran, pues no conocen la luz.
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Ciertamente el amanecer es para ellos densa oscuridad porque conocen los terrores de la densa oscuridad.
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»Son veloces sobre la superficie de las aguas; la porción de ellos será maldita en la tierra. No volverán por el camino de las viñas.
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Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve, el Seol arrebata a los que han pecado.
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»El vientre materno se olvidará de él; los gusanos saborearán su dulzura hasta que nadie lo recuerde; como árbol será quebrantada la iniquidad.
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Porque aflige a la estéril que no da a luz; y a la viuda nunca hace el bien.
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A los fuertes arrastra con su poder; se levanta y no cree ni en su propia vida.
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»Dios deja que se sientan seguros y que en ello se apoyen, pero sus ojos están sobre los caminos de ellos.
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Son ensalzados por un poco, pero desaparecen. Son abatidos y recolectados como malvas. Se marchitan como la cabeza de las espigas.
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Si no es así, ¿quién podrá desmentirme y reducir a la nada mi argumento?