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Desde la ciudad gimen los moribundos, y clama el alma de los heridos de muerte. Pero Dios no atiende su oración.
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»Ellos están entre aquellos que se rebelan contra la luz, que no reconocen los caminos de Dios ni permanecen en sus sendas.
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De madrugada se levanta el asesino, mata al pobre y necesitado, y de noche actúa como ladrón.
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El ojo del adúltero aguarda el anochecer diciendo: “Nadie me verá” y pone un velo sobre su cara.
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En la oscuridad minan las casas; de día se encierran, pues no conocen la luz.
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