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Se mojan con los aguaceros de los montes, y, a falta de refugio, se abrazan a las rocas.
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Hay quienes arrancan del pecho a los huérfanos y toman en prenda al bebé de los pobres.
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De modo que andan desnudos, sin vestido; y, hambrientos, recolectan gavillas.
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Entre sus muros exprimen el aceite; pisan uvas en lagares pero siguen sedientos.
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Desde la ciudad gimen los moribundos, y clama el alma de los heridos de muerte. Pero Dios no atiende su oración.
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