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»Yo me decía: “En mi nido expiraré, y multiplicaré mis días como la arena”.
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Mi raíz alcanzaba hasta las aguas, y de noche el rocío se posaba en mis ramas.
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Mi honra se mantenía nueva en mí, y mi arco se renovaba en mi mano.
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»Ellos me escuchaban y esperaban; ante mi consejo guardaban silencio.
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Después de mi palabra no volvían a hablar, y mi discurso destilaba sobre ellos.
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Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía.
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Cuando me reía con ellos, ¡no lo creían! No dejaban decaer la luz de mi rostro.
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Yo escogía el camino para ellos y me sentaba como su jefe. Yo vivía como un rey que está en medio de sus tropas, como el que consuela a los que están de duelo.
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