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»Ellos me escuchaban y esperaban; ante mi consejo guardaban silencio.
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Después de mi palabra no volvían a hablar, y mi discurso destilaba sobre ellos.
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Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía.
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Cuando me reía con ellos, ¡no lo creían! No dejaban decaer la luz de mi rostro.
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