-
Tomó Job la palabra y dijo:
-
— Perezca el día en que nací y la noche en que se dijo: “¡Un varón ha sido concebido!”.
-
Sea aquel día tinieblas. Dios no pregunte por él desde arriba ni resplandezca la claridad sobre él.
-
Reclámenlo para sí las tinieblas y la densa oscuridad; repose sobre él una nube, y cáusele terror el oscurecimiento del día.
-
Apodérese de aquella noche la oscuridad. No sea contada junto con los días del año ni aparezca en el cómputo de los meses.
-
¡He aquí, sea aquella noche estéril; no penetren en ella los gritos de júbilo!
-
Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan a instigar al Leviatán.
-
Oscurézcanse sus estrellas matutinas. Espere la luz, pero no le llegue ni vea los destellos de la aurora;
-
porque no cerró las puertas de la matriz, para esconder de mis ojos el sufrimiento.
-
»¿Por qué no morí en las entrañas, o expiré al salir del vientre?
-
¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Para qué los pechos que mamé?
-
Pues ahora yacería y estaría en quietud. Dormiría y tendría reposo
-
junto con los reyes y los consejeros de la tierra que reedificaron ruinas para sí;
-
o con los príncipes que poseían el oro y que llenaban de plata sus casas.
-
¡Oh! ¿Por qué no fui escondido como un abortivo, como las criaturas que nunca vieron la luz?
-
Allí los impíos dejan de perturbar; allí descansan los de agotadas fuerzas.
-
Los prisioneros están juntos en descanso y no escuchan la voz del capataz.
-
Tanto el pequeño como el grande están allí; y el esclavo ya libre de su amo.