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»¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada;
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a los que esperan la muerte, y no llega aunque la busquen más que a tesoros enterrados;
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a los que se alegran ante el gozo y se regocijan cuando hallan el sepulcro;
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al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado?
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Porque antes de mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua.
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El miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido.
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No tengo tranquilidad; no tengo quietud; no tengo sosiego; más bien, me invade la desesperación.
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