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»Pero ahora se ríen de mí los que son en edad más jóvenes que yo, aquellos a cuyos padres yo habría desdeñado poner junto con los perros de mi rebaño.
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¿Para qué habría necesitado la fuerza de sus manos, si su vigor se había ido de ellos?
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Por la miseria y el hambre están anémicos; roen la tierra reseca, la tierra asolada y desolada.
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Recogen malvas entre los arbustos y la raíz de la retama para calentarse.
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Están expulsados de la comunidad, y gritan contra ellos como a ladrones.
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Habitan en los barrancos de los arroyos, en los huecos de la tierra y de las peñas.
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Chillan entre los arbustos y se apiñan debajo de los espinos.
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¡Insensatos! ¡También gente sin nombre echados a golpes de la tierra!
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»Pero ahora he llegado a ser su canción; soy el tema de su habladuría.
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Me abominan y se alejan de mí; no se refrenan de escupir mi cara.
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Porque Dios ha aflojado la cuerda de mi arco y me ha afligido, ellos se han desenfrenado en mi presencia.
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A la derecha se levanta la chusma; empujan mis pies y preparan contra mí sus destructivos caminos.
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Arruinan mi senda; se aprovechan de mi destrucción. No hay quien los detenga.
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Entran como por amplia brecha y dan vueltas en medio de la devastación.
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Los terrores se han vuelto contra mí; mi honor es perseguido como por el viento, y ha pasado como la nube mi prosperidad.
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»Ahora mi alma se derrama en mí; los días de la aflicción se han apoderado de mí.
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La noche me taladra los huesos, y los que me corroen no reposan.
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Con gran fuerza es desfigurada mi vestidura; me aprieta como el cuello de mi túnica.
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Tú me has arrojado en el lodo, y he llegado a ser como el polvo y la ceniza.