-
Los terrores se han vuelto contra mí; mi honor es perseguido como por el viento, y ha pasado como la nube mi prosperidad.
-
»Ahora mi alma se derrama en mí; los días de la aflicción se han apoderado de mí.
-
La noche me taladra los huesos, y los que me corroen no reposan.
-
Con gran fuerza es desfigurada mi vestidura; me aprieta como el cuello de mi túnica.
-
Tú me has arrojado en el lodo, y he llegado a ser como el polvo y la ceniza.
-
Clamo a ti, y tú no me respondes; me presento, y tú no me atiendes.
-
Te has vuelto cruel para conmigo; con el poder de tu mano me persigues.
-
Me levantas, me haces cabalgar sobre el viento, y luego me deshaces en la tormenta.
-
Porque sé que me conduces a la muerte, a la casa destinada para todos los vivientes.
-
»Sin embargo, ¿no extenderá su mano el que está en la ruina? ¿No clamará a él en su infortunio?
-
¿No he llorado por aquel cuya vida es difícil? ¿No ha tenido mi alma compasión por el necesitado?
-
Cuando esperaba el bien me vino el mal; cuando aguardaba la luz vino la oscuridad.
-
Mis entrañas hierven y no tienen sosiego; los días de mi aflicción me han alcanzado.
-
Ando enlutado y sin consuelo; me levanto en la asamblea y clamo.
-
He llegado a ser hermano de los chacales y compañero de los avestruces.
-
Mi piel ennegrecida se me cae, y mis huesos arden de calor.
-
Mi arpa ha llegado a ser para el duelo, y mi flauta para la voz de los que lloran.