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¿Acaso los hombres de mi morada no decían: “No se podrá hallar a alguien que no se haya saciado con su carne”?
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El forastero no pasaba la noche en la calle pues yo abría mis puertas al caminante.
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¿Acaso cual Adán he encubierto mis transgresiones escondiendo en mi seno mi iniquidad?
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Pues estaba alarmado de la gran multitud y me atemorizaba el desprecio de las familias, de modo que callé y no salí a mi puerta…
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¡Oh, si yo tuviera quién me oyera! »He aquí mi firma. ¡Que el Todopoderoso me responda! ¡Que mi adversario escriba un acta contra mí!
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Ciertamente yo la llevaría sobre el hombro, y me la ceñiría cual corona.
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Yo le rendiría cuentas de todos mis pasos; como un príncipe me acercaría a él.
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