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¡Oh, si yo tuviera quién me oyera! »He aquí mi firma. ¡Que el Todopoderoso me responda! ¡Que mi adversario escriba un acta contra mí!
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Ciertamente yo la llevaría sobre el hombro, y me la ceñiría cual corona.
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Yo le rendiría cuentas de todos mis pasos; como un príncipe me acercaría a él.
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Si mi tierra clama contra mí y junto con ella lloran sus surcos,
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si he comido de su fuerza sin pagarlo o he hecho expirar a sus dueños,
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entonces que me broten cardos en lugar de trigo y cizaña en lugar de cebada. Terminaron las palabras de Job.
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