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ȃl es reprendido con dolor sobre su lecho y con constante dolor en sus huesos.
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Hacen que su vida aborrezca el alimento; y su alma, su comida favorita.
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Su carne se consume hasta dejar de ser vista, y aparecen sus huesos que no se veían.
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Su alma se acerca a la fosa, y su vida a los que causan la muerte.
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»Oh, si hubiese a su lado un ángel, un intercesor, uno entre mil, para declarar al hombre lo que le es recto,
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y que, al ser favorecido por la gracia, dijese: “Líbralo de descender a la fosa, pues le he hallado rescate”.
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Entonces su carne volvería a ser más tierna que en su adolescencia, y volvería a los días de su juventud.
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Oraría a Dios, y le sería favorable. Vería su rostro con gritos de júbilo, y Dios restituiría al hombre su justicia.
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Cantaría entre los hombres diciendo: “Yo había pecado y pervertido lo recto, y no me fue retribuido.
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Él libró mi alma de pasar a la fosa, y mi vida verá la luz”.
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»He aquí, Dios hace todas estas cosas con el hombre, dos y tres veces,
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para restaurar su alma de la fosa y para iluminarlo con la luz de la vida.