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»Oh, si hubiese a su lado un ángel, un intercesor, uno entre mil, para declarar al hombre lo que le es recto,
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y que, al ser favorecido por la gracia, dijese: “Líbralo de descender a la fosa, pues le he hallado rescate”.
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Entonces su carne volvería a ser más tierna que en su adolescencia, y volvería a los días de su juventud.
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Oraría a Dios, y le sería favorable. Vería su rostro con gritos de júbilo, y Dios restituiría al hombre su justicia.
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