-
He aquí que yo estoy, como tú, ante Dios; yo también fui formado del barro.
-
He aquí, mi terror no te ha de espantar ni mi mano pesará demasiado sobre ti.
-
»En verdad, tú hablaste a oídos míos; yo oí el sonido de tus palabras:
-
“Yo soy limpio y sin transgresión; soy inocente, y no hay maldad en mí.
-
He aquí, Dios halla pretextos contra mí y me considera su enemigo.
-
Puso mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas”.
-
»He aquí yo te respondo que en esto no tienes razón porque Dios es más grande que el hombre.
-
¿Por qué contiendes contra él, siendo que él no da cuenta de ninguna de sus palabras?
-
Porque Dios habla de una manera y de otra, pero nadie lo nota.
-
Habla por sueños, en visión nocturna, cuando el sopor cae sobre los hombres, cuando uno se adormece sobre la cama.
-
Entonces abre el oído de los hombres y sella la instrucción para ellos,
-
para apartar al hombre de lo que hace, para destruir la arrogancia del varón,
-
para librar su alma de la fosa y su vida de ser traspasada por la lanza.