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»También por esto tiembla mi corazón y salta fuera de su lugar.
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Oigan atentamente el estruendo de su voz, el retumbo que sale de su boca.
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Debajo de todos los cielos lo desencadena y su relámpago cubre los confines de la tierra.
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Después de él ruge el trueno; truena con su majestuosa voz. Cuando se oye su sonido, él no lo detiene.
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Dios truena maravillosamente con su voz; hace grandes cosas que no las podemos comprender.
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Pues a la nieve dice: “¡Desciende a la tierra!”; y a la lluvia y al aguacero: “¡Sean impetuosos, oh lluvia y aguaceros!”.
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»Pone su sello en la mano de todo hombre, para que todos los hombres reconozcan la obra suya.
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La fiera entra en su escondrijo permanece en su guarida.
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El huracán viene de su cámara; y el frío, de los vientos del norte.
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Por el soplo de Dios se forma el hielo, y se solidifica la extensión de las aguas.
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Él también recarga las nubes de humedad, y la nube dispersa sus relámpagos.
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Por su designio las hace girar alrededor para que realicen todo lo que les ordene sobre la faz de su mundo habitado.
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Unas veces como azote, otras veces por causa de su tierra y otras veces por misericordia, él las hace aparecer.