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Tú, cuyas ropas quedan calientes cuando la tierra es silenciada a causa del viento del sur,
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¿has extendido con él la bóveda celeste, firme cual espejo de metal laminado?
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Muéstranos qué le hemos de decir pues no podemos organizar nuestras ideas a causa de las tinieblas.
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¿Habrá que informarle que yo he de hablar? ¿Se le ha de referir lo que diga el hombre?
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»Y ahora, nadie puede mirar el sol que resplandece entre las nubes, cuando pasa el viento y las despeja.
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Del norte viene un dorado esplendor; alrededor de Dios hay una temible majestad.
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El Todopoderoso, a quien no podemos alcanzar, es sublime en poder y en justicia. Es grande en rectitud; no oprime.
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Por tanto, le temen los hombres. Él no mira a ninguno de los que se creen sabios.
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