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Oigan atentamente el estruendo de su voz, el retumbo que sale de su boca.
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Debajo de todos los cielos lo desencadena y su relámpago cubre los confines de la tierra.
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Después de él ruge el trueno; truena con su majestuosa voz. Cuando se oye su sonido, él no lo detiene.
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Dios truena maravillosamente con su voz; hace grandes cosas que no las podemos comprender.
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Pues a la nieve dice: “¡Desciende a la tierra!”; y a la lluvia y al aguacero: “¡Sean impetuosos, oh lluvia y aguaceros!”.
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