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Entonces un fantasma pasó frente a mí, e hizo que se erizara el vello de mi cuerpo.
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Se detuvo, pero yo no reconocí su semblante. Ante mis ojos había una imagen, y oí una voz apacible:
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“¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más puro que su Hacedor?
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