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— Si alguien intentara hablarte, ¿te impacientarías? Pero, ¿quién podrá reprimir las palabras?
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He aquí, tú instruías a muchos y afirmabas las manos debilitadas.
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Tus palabras levantaban al que tropezaba, y fortalecías las rodillas endebles.
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Pero ahora te sucede a ti y te impacientas; ha llegado a ti, y te turbas.
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¿Acaso tu confianza no es tu devoción; y la integridad de tus caminos, tu esperanza?
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»Recuerda, por favor, ¿quién ha perecido por ser inocente? ¿Dónde han sido destruidos los rectos?
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