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»¿Sacarás tú al Leviatána con anzuelo? ¿Sujetarás con una cuerda su lengua?
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¿Pondrás soga de juncos en sus narices? ¿Horadarás con gancho su quijada?
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¿Acaso te colmará de ruegos? ¿Te hablará con palabras suaves?
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¿Hará un trato contigo para que lo tomes por siervo perpetuo?
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¿Jugarás con él como con un pájaro? ¿Lo atarás para tus niñas?
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¿Negociarán por él los grupos de pescadores? ¿Se lo repartirán entre sí los mercaderes?
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¿Podrás llenar de arpones su piel, o su cabeza con lanza de pescar?
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Pon sobre él tu mano: Te acordarás de la batalla, ¡y nunca volverás a hacerlo!
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He aquí que toda esperanza del hombre se frustra porque ante su solo aspecto uno cae hacia atrás.
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Nadie hay tan osado que lo despierte. ¿Quién podrá presentarse delante de él?
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