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Cuando él se levanta los poderosos sienten pavor y retroceden ante el quebrantamiento.
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La espada que lo alcanza no lo afecta; tampoco la lanza ni el dardo ni la jabalina.
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Al hierro estima como paja, y a la madera como a la corrosión del cobre.
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Las flechas no le hacen huir; las piedras de la honda le son como rastrojo.
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Al garrote considera hojarasca; se ríe del blandir de la jabalina.
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