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Cuando él se levanta los poderosos sienten pavor y retroceden ante el quebrantamiento.
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La espada que lo alcanza no lo afecta; tampoco la lanza ni el dardo ni la jabalina.
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Al hierro estima como paja, y a la madera como a la corrosión del cobre.
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Las flechas no le hacen huir; las piedras de la honda le son como rastrojo.
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Al garrote considera hojarasca; se ríe del blandir de la jabalina.
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Por debajo tiene escamas puntiagudas; deja huellas como un trillo sobre el lodo.
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Hace hervir el abismo como caldera y convierte el mar en una olla de ungüentos.
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Tras de sí hace resplandecer un sendero; como si el océano tuviera blanca cabellera.
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No existe sobre la tierra algo semejante; está hecho exento de temor.
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Menosprecia todo lo que es alto; es el rey de todas las fieras arrogantes.
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