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»Un desesperado debe contar con la lealtad de su amigo aunque abandone el temor del Todopoderoso.
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Pero mis hermanos me han decepcionado como un torrente; han pasado como la corriente de los arroyos,
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que son turbios por causa del deshielo y en ellos desaparece la nieve.
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En el tiempo del calor son silenciados, y al calentarse desaparecen de su lugar.
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Las caravanas se apartan de su ruta; desaparecen en el vacío y perecen.
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Las caravanas de Temán ponen su mira en ellos; en ellos esperan los viajeros de Saba.
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Pero son confundidos por haber confiado; cuando llegan a ellos, quedan defraudados.
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»Ciertamente, ahora han llegado a ser así; han visto el horror y tienen miedo.
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¿Acaso les he dicho: “Tráiganme algo”, o: “De sus recursos ofrezcan algo en mi favor”,
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o: “Líbrenme de la mano del enemigo”, o: “Rescátenme de la mano de los violentos”?
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Enséñenme, y yo me callaré; háganme entender en qué he errado.
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¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero ustedes, ¿qué es lo que pretenden reprender?
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¿Piensan reprender las palabras y los dichos de un desesperado como si fueran viento?
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Ustedes serían capaces de rifar a un huérfano y de especular sobre su amigo.
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Ahora, pues, dígnense prestarme atención, pues ciertamente no les mentiré en la cara.
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Por favor, desistan, y que no haya iniquidad. Sí, desistan, pues está en juego mi reivindicación.
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¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades?