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Enséñenme, y yo me callaré; háganme entender en qué he errado.
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¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero ustedes, ¿qué es lo que pretenden reprender?
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¿Piensan reprender las palabras y los dichos de un desesperado como si fueran viento?
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Ustedes serían capaces de rifar a un huérfano y de especular sobre su amigo.
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Ahora, pues, dígnense prestarme atención, pues ciertamente no les mentiré en la cara.
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Por favor, desistan, y que no haya iniquidad. Sí, desistan, pues está en juego mi reivindicación.
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¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades?
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