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¡Quién hiciera que se cumpliese mi petición, y que Dios me concediese mi anhelo;
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que Dios se dignara aplastarme; que descargara su mano y acabara conmigo!
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Aun esto sería mi consuelo, y saltaría de gozo en medio de mi dolor sin tregua: el que no he negado las palabras del Santo.
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