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»¿Acaso no es una milicia lo que tiene el hombre en la tierra? ¿No son sus días como los días de un asalariado?
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Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga,
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así he tenido que heredar meses de futilidad, y me han sido asignadas noches de sufrimiento.
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Si estoy acostado, digo: “¿Cuándo me levantaré?”. Y por la noche me colmo de inquietudes hasta el alba.
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Mi carne se ha vestido de gusanos y de costras de tierra; mi piel resquebrajada se deshace.
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Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor y se acaban sin que haya esperanza.
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»Acuérdate, oh Dios, de que mi vida es un soplo; mis ojos no volverán a ver el bien.
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