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»Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.
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¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino para que me pongas bajo guardia?
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Cuando digo: “Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas”,
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entonces me aterras con sueños y me turbas con visiones.
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Y así mi alma prefiere la asfixia y la muerte, antes que estos mis huesos.
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¡Me deshago! No he de vivir para siempre. ¡Déjame, pues mis días son vanidad!
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