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»¿Cómo, pues, podré responderle? ¿Podré yo escoger mis palabras para con él?
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Aun siendo justo, no podría responderle; más bien, pediría clemencia en mi causa.
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Si yo le invocara y él me respondiese, yo no podría creer que escuchara mi voz.
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Porque me aplasta con tormenta, y aumenta mis heridas sin causa.
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No me deja cobrar aliento sino que me colma de amarguras.
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Si se trata de fuerzas, ¡he aquí que es poderoso! Si se trata de juicio, ¿quién lo convocará?
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Si me declaro justo mi boca me condena; si íntegro, él me declara culpable.
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¿Soy íntegro? Ni yo mismo me conozco. ¡Desprecio mi vida!
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