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Mis días son más veloces que un corredor; huyen sin lograr ver el bien.
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Pasan como embarcaciones de junco, como un águila que se lanza sobre su presa.
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»Si digo: “Olvidaré mi queja; cambiaré mi semblante y estaré alegre”,
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entonces me turban todos mis dolores; sé que no me tendrás por inocente.
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Yo he sido declarado culpable; entonces, ¿para qué fatigarme en vano?
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Aunque me bañe con jabón y limpie mis manos con lejía,
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aun así me hundirás en el hoyo, y me abominarán mis vestiduras.
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»Porque él no es hombre como yo para que le responda y para que juntos vengamos a juicio.
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No hay entre nosotros un árbitro que ponga su mano sobre ambos.
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¡Que quite de sobre mí su vara, y que no me espante su terror!
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Entonces yo hablaré y no le temeré; de otro modo, yo no soy dueño de mí mismo.
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