Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 1:5-43 verso por verso
La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan.
Él vino como testimonio, a fin de dar testimonio de la luz para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz sino que vino para dar testimonio de la luz.
Aquel era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo.
En el mundo estaba y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no lo conoció.
A lo suyo vino pero los suyos no lo recibieron.
Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios,
los cuales nacieron no de sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad.
Juan dio testimonio de él y proclamó diciendo: “Este es aquel de quien dije: El que viene después de mí ha llegado a ser antes de mí porque era primero que yo”.
Porque de su plenitud todos nosotros recibimos, y gracia sobre gracia.
La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios único que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer.
Este es el testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron de Jerusalén unos sacerdotes y levitas para preguntarle: — ¿Quién eres tú?
Él confesó y no negó sino que confesó: — Yo no soy el Cristo.
Y le preguntaron: — ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías? Y dijo: — No lo soy. — ¿Eres tú el profeta? Y respondió: — No.
Le dijeron entonces: — ¿Quién eres, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices en cuanto a ti mismo?
Dijo: — Yo soy la voz de uno que proclama en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
Le preguntaron y le dijeron: — ¿Entonces, por qué bautizas si tú no eres el Cristo ni Elías ni el profeta?
Juan les respondió diciendo: — Yo bautizo en agua, pero en medio de ustedes está uno a quien ustedes no conocen.
Él es el que viene después de mí, de quien yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas acontecieron en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él y dijo: — ¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!
Este es aquel de quien dije: “Después de mí viene un hombre que ha llegado a ser antes de mí porque era primero que yo”.
Yo no lo conocía; pero para que él fuera manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando en agua.
Juan dio testimonio diciendo: — He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: “Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y posar sobre él, este es el que bautiza en el Espíritu Santo”.
Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos.
Al ver a Jesús que andaba por allí, dijo: — ¡He aquí el Cordero de Dios!
Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús.
Jesús, al darse vuelta y ver que lo seguían, les dijo: — ¿Qué buscan? Y ellos le dijeron: — Rabí — que significa maestro — , ¿dónde moras?
Les dijo: — Vengan y vean. Por lo tanto, fueron y vieron dónde moraba; y se quedaron con él aquel día, porque eran como las cuatro de la tarde.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
Este encontró primero a su hermano Simón y le dijo: — Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Él lo llevó a Jesús y, al verlo, Jesús le dijo: — Tú eres Simón hijo de Jonás. Tú serás llamado Cefas (que significa piedra).
Al día siguiente, Jesús quiso salir para Galilea y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo: — Sígueme.