Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 11:37-50 verso por verso
Pero algunos de ellos dijeron: — ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, hacer también que Lázaro no muriese?
Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta una piedra contra la entrada.
Jesús dijo: — Quiten la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: — Señor, hiede ya porque tiene cuatro días.
Jesús le dijo: — ¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?
Luego quitaron la piedra, y Jesús alzó los ojos arriba y dijo: — Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sabía que siempre me oyes pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Habiendo dicho esto, llamó a gran voz: — ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había estado muerto salió, atados los pies y las manos con vendas, y su cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: — Desátenlo y déjenlo ir.
Muchos de los judíos que habían venido a María y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: — ¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales.
Si lo dejamos seguir así todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.
Entonces uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote en aquel año, les dijo: — Ustedes no saben nada;
ni consideran que les conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación.