Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 12:3-43 verso por verso
Entonces María, habiendo traído como medio litro de perfume de nardo puro de mucho valor, ungió los pies de Jesús y los limpió con sus cabellos. Y la casa se llenó con el olor del perfume.
Pero uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que estaba por entregarle, dijo:
— ¿Por qué no fue vendido este perfume por casi un año de salario y dado a los pobres?
Pero dijo esto, no porque le importaban los pobres sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa a su cargo, sustraía de lo que se echaba en ella.
Entonces Jesús dijo: — Déjala. Para el día de mi sepultura ha guardado esto.
Porque a los pobres siempre los tienen con ustedes, pero a mí no siempre me tienen.
Entonces mucha gente de los judíos se enteró de que él estaba allí y fueron, no solo por causa de Jesús sino también para ver a Lázaro a quien él había resucitado de entre los muertos.
Pero los principales sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro
porque, por causa de él, muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
Al día siguiente, cuando oyó que Jesús venía a Jerusalén, la gran multitud que había venido a la fiesta
tomó ramas de palmera y salió a recibirlo, y lo aclamaba a gritos: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!”.
Habiendo encontrado Jesús un borriquillo, montó sobre él como está escrito:
No temas, hija de Sion. ¡He aquí tu Rey viene, sentado sobre una cría de asna!.
Sus discípulos no entendieron estas cosas al principio. Pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que estas cosas le hicieron a él.
La gente que estaba con él daba testimonio de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos.
Por esto también la multitud salió a recibirlo, porque oyó que él había hecho esta señal.
Entonces los fariseos dijeron entre sí: — Vean que nada ganan. ¡He aquí el mundo se va tras él!
Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
Ellos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: — Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
Y Jesús les respondió diciendo: — Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
De cierto, de cierto les digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto.
El que ama su vida la pierde; pero el que odia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estoy allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
»Ahora está turbada mi alma. ¿Qué diré: “Padre, sálvame de esta hora”? ¡Al contrario, para esto he llegado a esta hora!
Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: “¡Ya lo he glorificado y lo glorificaré otra vez!”.
La multitud que estaba presente y escuchó decía que había sido un trueno. Otros decían: — ¡Un ángel le ha hablado!
Jesús respondió y dijo: — No ha venido esta voz por causa mía sino por causa de ustedes.
Ahora es el juicio de este mundo. Ahora será echado fuera el príncipe de este mundo.
Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.
Esto decía dando a entender de qué muerte había de morir.
Entonces la gente le respondió: — Nosotros hemos oído que, según la ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Y cómo es que tú dices: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
Entonces Jesús les dijo: — Aún por un poco de tiempo está la luz entre ustedes. Anden mientras tienen la luz para que no los sorprendan las tinieblas. Porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va.
Mientras tienen la luz crean en la luz para que sean hijos de luz. Estas cosas habló Jesús y, al apartarse, se escondió de ellos.
Pero, a pesar de haber hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él
para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? ¿A quién se ha revelado el brazo del Señor?.
Por eso no podían creer, porque Isaías dijo en otra ocasión:
Él ha cegado los ojos de ellos y endureció su corazón, para que no vean con los ojos ni entiendan con el corazón, ni se conviertan, y yo los sane.
Estas cosas dijo Isaías porque vio su gloria y habló acerca de él.
No obstante, aun de entre los dirigentes muchos creyeron en él, pero por causa de los fariseos no lo confesaban para no ser expulsados de la sinagoga.
Porque amaron la gloria de los hombres más que la gloria de Dios.