Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 13:3-43 verso por verso
y sabiendo Jesús que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que él había salido de Dios y a Dios iba,
se levantó de la cena; se quitó el manto y, tomando una toalla, se ciñó con ella.
Luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido.
Entonces llegó a Simón Pedro y este le dijo: — Señor, ¿tú me lavas los pies a mí?
Respondió Jesús y le dijo: — Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora pero lo comprenderás después.
Pedro le dijo: — ¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: — Si no te lavo no tienes parte conmigo.
Le dijo Simón Pedro: — Señor, entonces, no solo mis pies sino también las manos y la cabeza.
Le dijo Jesús: — El que se ha lavado no tiene necesidad de lavarse más que los pies pues está todo limpio. Ya ustedes están limpios, aunque no todos.
Porque sabía quién lo entregaba por eso dijo: “No todos están limpios”.
Así que, después de haberles lavado los pies, tomó su manto, se volvió a sentar a la mesa y les dijo: — ¿Entienden lo que les he hecho?
Ustedes me laman Maestro y Señor y dicen bien, porque lo soy.
Pues bien, si yo, el Señor y el Maestro, lavé sus pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros.
Porque ejemplo les he dado para que, así como yo se los hice, ustedes también lo hagan.
De cierto, de cierto les digo que el siervo no es mayor que su señor ni tampoco el apóstol es mayor que el que lo envió.
Si saben estas cosas, bienaventurados son si las hacen.
No hablo así de todos ustedes. Yo sé a quiénes he elegido; pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo levantó contra mí su talón.
Desde ahora les digo, antes de que suceda, para que cuando suceda crean que Yo Soy.
De cierto, de cierto les digo que el que recibe al que yo envío a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.
Después de haber dicho esto, Jesús se conmovió en espíritu y testificó diciendo: — De cierto, de cierto les digo que uno de ustedes me va a entregar.
Entonces los discípulos se miraban unos a otros dudando de quién hablaba.
Uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba a la mesa recostado junto a Jesús.
A él Simón Pedro le hizo señas para que preguntara quién era aquel de quien hablaba.
Entonces él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: — Señor, ¿quién es?
Jesús contestó: — Es aquel para quien yo mojo el bocado y se lo doy. Y mojando el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas hijo de Simón Iscariote.
Después del bocado, Satanás entró en él. Entonces le dijo Jesús: — Lo que estás haciendo, hazlo pronto.
Ninguno de los que estaban a la mesa entendió para qué le dijo esto
porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: “Compra lo que necesitamos para la fiesta”, o que diera algo a los pobres.
Cuando tomó el bocado, él salió en seguida; y ya era de noche.
Cuando Judas había salido, dijo Jesús: — Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.
Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo. Y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía sigo un poco con ustedes. Me buscarán pero, como dije a los judíos: “A donde yo voy ustedes no pueden ir”, así les digo a ustedes ahora.
»Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
En esto conocerán todos que son mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros.
Simón Pedro le dijo: — Señor, ¿a dónde vas? Le respondió Jesús: — A donde yo voy no me puedes seguir ahora, pero me seguirás más tarde.
Le dijo Pedro: — Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti!
Jesús le respondió: — ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.