Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 18:5-19 verso por verso
Le contestaron: — A Jesús de Nazaret. Les dijo Jesús: — Yo Soy. Estaba también con ellos Judas, el que lo entregaba.
Cuando les dijo, “Yo Soy”, volvieron atrás y cayeron a tierra.
Les preguntó, pues, de nuevo: — ¿A quién buscan? Ellos dijeron: — A Jesús de Nazaret.
Jesús respondió: — Les dije que Yo Soy. Pues si a mí me buscan, dejen ir a estos.
Esto hizo para que se cumpliera la palabra que él dijo: “De los que me diste, ninguno de ellos perdí”.
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
Entonces Jesús dijo a Pedro: — Mete tu espada en la vaina. ¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?
Entonces la compañía de soldados, el comandante y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron.
Luego lo llevaron primero ante Anás porque era el suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.
Caifás era el que había dado consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriera por el pueblo.
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote
pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Y salió el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y llevó a Pedro adentro.
Entonces la criada portera dijo a Pedro: — ¿Tú no serás también de los discípulos de ese hombre? Él dijo: — No lo soy.
Y los siervos y los guardias estaban de pie pues habían encendido unas brasas, porque hacía frío y se calentaban. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.
El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.