Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 20:11-29 verso por verso
Pero María Magdalena estaba llorando fuera del sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó hacia dentro del sepulcro
y vio a dos ángeles con vestiduras blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Y ellos le dijeron: — Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: — Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús.
Jesús le dijo: — Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo: — Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: — María… Volviéndose ella, le dijo en hebreo: — ¡Raboni! (que quiere decir Maestro).
Jesús le dijo: — Suéltame porque aún no he subido al Padre. Pero ve a mis hermanos y diles: “Yo subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes”.
María Magdalena fue a dar las noticias a los discípulos: — ¡He visto al Señor! También les contó que él le había dicho estas cosas.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos se reunían por miedo a los judíos, Jesús entró, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡Paz a ustedes!”.
Habiendo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor.
Entonces Jesús les dijo otra vez: “¡Paz a ustedes! Como me ha enviado el Padre, así también yo los envío a ustedes”.
Habiendo dicho esto, sopló y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo.
A los que remitan los pecados, les han sido remitidos; y a quienes se los retengan, les han sido retenidos”.
Pero Tomás, llamado Dídimo, uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Entonces los otros discípulos le decían: — ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: — Si yo no veo en sus manos la marca de los clavos, y si no meto mi dedo en la marca de los clavos y si no meto mi mano en su costado, no creeré jamás.
Ocho días después, sus discípulos estaban adentro otra vez y Tomás estaba con ellos. Y aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró, se puso en medio y dijo: — ¡Paz a ustedes!
Luego dijo a Tomás: — Pon tu dedo aquí y mira mis manos, pon acá tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.
Entonces Tomás respondió y le dijo: — ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: — ¿Porque me has visto, has creído?. ¡Bienaventurados los que no ven y creen!